miércoles, 30 de septiembre de 2009

El Zumbido de las Moscas





Hace unas noches llegó a mi mente un momento extraño en mi vida: de cuando hice pasar a Sigmund Freud por Venustiano Carranza en la clase de un maestro, demasiado gracioso y surreal, en la preparatoria.


Recordé tan claramente, como inventé la biografía de Sócrates y Emiliano Zapata por no tener ni internet, ni ganas de ir a la papelería por una estampita; teniendo, incluso, la desfachatez de recortar de la sección de sociales a un señor canoso muy parecido a Porfirio Diaz; el cual, según mi libreta, era el abuelito de Heidi antes de convertirse en un eterno presidente de México.



Aunque parezca absurdo, aunque todo fue al principio producto de la pereza ante la tarea, ese maestro que pareciera haberme enseñado pocas cosas, prevaleció en mi memoria al permitirme (sin querer) explayarme a la hora de inventar historias fantasiosas y con estructuras caprichosas.



¿Cómo olvidar que Doña Josefa tenía un burdél en el que conoció a Hidalgo según mi versión de la independencia? Sería como olvidar que un espectro que habitaba mi cuarto, terminó produciendo una historia macabra años después; misma que un día se me ocurrió dejar volar a través del ciberespacio, y que atrajo a cierto demonio que aun sueña con que me rapte un Ovni.



Ese mismo ente Malvado, fue el encargado de hacer la primer crítica constructiva de aquél pequeño cuento, y a su vez me fue mostrando lo que sus manos podían hacer con las letras del alfabeto; sorprendiéndome con su versatilidad para elaborar desde un breve pensamiento o un divertidillo son; hasta tejer una imagen detallada de algún banquete surrealista o de guerras en la cama.



Ya hace muchos años de todo eso. El tiempo ha pasado en avalanchas y yo sigo aun fascinándome al leer las historias de aquel que mira con ojos de artista a la vida cotidiana. Persona capaz de volver un encuentro cualquiera en toda una crónica con protagonistas de características inverosímiles. Amigo al que ya antes le había preguntado .- ¿Cuándo publicarás un libro? Cuando lo hagas, ¿firmarás mi ejemplar poniéndole "con cariño para"?



Finalmente se ha decidido a plasmar sus obras en algo más que un blog, o alguna recopilación de escritores varios, que apenas y permite lamer su estilo, su ser. Ahora el producto de un árbol llevará sus relatos hacia ojos que quizá no se suelen tomar su tiempo para leer a través de medios electrónicos (por pereza o convicción), pero que gustan de sentarse una tarde lluviosa a tomar café e imaginar que esas locuras son sus locuras; y que de un momento a otro, verá pasar frente a sí, a un niño Fauno cuya sombra anda danzando en el balcón de una hermosa dama que duerme desnuda.





E. Malerige








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