Te escucho en un fluir de palabras que nos acercan tanto como nunca lo habíamos estado. Tantos inviernos que hemos pasado creyéndonos entes extraños, ¿cómo hemos llegado al punto de un encuentro no planeado?
Quisiera estar viendo tus ojos en este instante, y descubrir si es verdadero aquello de lo que me hablas, que parece estar sucediendo sin afectarte. Deseo que tu risa no sea falsa, que no oculte algún detalle que te hiere sin que tú puedas darte cuenta, porque sabes que eso me heriría de la misma manera. Te quiero tanto.
Mi mano tiembla en busca de tabaco, y sé que la tuya ansía una lata de ese refresco carbonatado al que ambas somos adictas, ¿siempre hemos sido tan parecidas? Al parecer no lo había notado, pero es que la gente se había empecinado en hacer diferencias entre nosotras, dudando del sentimiento, augurando que nos perderíamos una a la otra con el paso del tiempo. Pero aquí estamos, confesando secretos, y viendo pasar al viento en tantas direcciones como nuestros pensamientos.
Tú intentas arreglar la habitación, y yo sigo soñando tendida sobre la montaña de ropa que espera a ser renovada mediante agua y jabón. Tímidamente llegas al punto donde los detalles comienzan a ser intemperantes, esperando a que las muecas de mi rostro te condenen a arder en el infierno; pero solo descubres que ya es inevitable que me encuentres ahí, y sonríes. Al menos nos tendremos hasta en esos momentos, para el apoyo mutuo.
Comienzan mis ideas a surgir, a formar palabras y oraciones llenas de sarcasmo y cinismo, con un toque de terapeuta que bien sé que te ayudan a descansar de aquellas culpas que te aquejan. Y de pronto das las gracias a los cielos por tenerme cerca, mientras yo sospecho que es cosa del Diablo, habernos juntado la mañana aquella cuando me asignaron a tu grupo de clases solo porque en ese momento había una silla vacía. ¿Tú no lo recuerdas? Seguro la pobre Digna ha mandado a extirpar aquel pedazo de cerebro donde se ubican los recuerdos de aquellos tiempos. ¡Oh, Digna! La letra D me trae justo ahora otro nombre a la cabeza, ¿me dejas pronunciarlo? No me odies, es necesario para volver perfecto este momento de conjunción espiritual.
Tres, el número de la perfección según los pitagóricos. ¿Entonces somos perfectas? “Perfectas sinvergüenzas” es lo que a tu mente ha venido. Las carcajadas siguen prorrumpiendo el minuto de silencio que haríamos por los caídos y sin meditarlo tanto hemos descubierto lo que hace falta para que nuestro enlace se haga concreto, Tequila, como en los viejos tiempos.
¡Vaya! Las diferencias que yo recuerdo no nos hacían tan cercanas, de pronto no puedo pronunciarlas. Se han ido, nunca existieron, son como los fantasmas inventados por los abuelos para asustarnos y que no saliéramos de noche. Si ellos supieran sobre las bacanales de media tarde que forjaron nuestro temperamento, y que nos dieron la clave para mantener intactas ciertas partes de nuestros cuerpos. ¡Por Dios Bendito! Tampoco nos distanciaba la lujuria. Explícame entonces, por qué no éramos tan íntimas; confiesa qué te ha hecho lucir más virgen que esta inocente que te mira.
Ha sido solo el exterior lo que te ha hecho pensar que yo era peor de lo que podías ser, o que tú eres mucho más casta de lo que yo jamás podría ser. Gracias por haber venido hacia a mí en estos momentos, te necesitaba incluso más de lo que tú ahora me necesitas, porque bien sabes lo que ha sido de mi vida a grandes rasgos, y es ahora que tengo un hombro más sobre quien posar la cabeza al confesar lo que sucede en el verdadero lado oscuro de mi alma de súcubo…
By Malerige
2 comentarios:
que onda quesa, si ia me di cuenta que no tienes nada que hacer, ven ayudarme ami que si tengo un chingo de trabajo jajajaja!!! que ondin como tas!!!! lok de seguro pura calle jajaja bueno ai te vez cuidate niña besitossssss!!!
atentamente la chapis!!! esther
me gusto mucho mucho jaja ya vez ke las cosas no son simpre lo ke parecen, gracias te kiero mucho amiga atte M.
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